De rodillas. Fregar aquí. Enjuagar por acá. Raspar el moho de la ducha. Echar el líquido rosado, después el azul, finalizar con el verde. Secar el sudor. Estirar sábana uno, sábana dos, sábana tres. Palmaditas a las almohadas. Correr a la otra habitación. Volver a empezar. Ese, señoras y señores, es un resumen del trabajo que conseguí en esta aventura del sueño australiano.
Cara a cara con Sydney
Pura luz. Igual me tenté y abrí la ventanilla varias veces durante esas 14 horas de viaje. Quedé ciega por varios minutos y además recibí miradas de odio puro de parte de los pasajeros dormilones. Quizás me lo merecía, quizás no, pero no podía evitarlo: frente a mi estaba la pantalla indicando en qué punto de la ruta estábamos y yo no podía dejar de creer que tal vez, con un poco de suerte, iba a poder ver la Antártica.
Lisboa: un golpe de Fado
Día 2. Lisboa tiene siete barrios. Cada uno en cada colina. Poco antes de las 11 am llegamos al Barrio Alto donde teníamos reservado un tour gratuito con Sanderman. Necesitaba mi primera dosis de azúcar, a si que antes de partir las casi 3 horas de caminata, fui a comprar un pastel de nata en “A Padaria Portuguesa”, que después descubrí esa una cadena tipo cafetería donde venden todo tipo de deliciosos pasteles.
Mi idea era probar muchos de estos pastelitos –que son los típicos– para que cuando fuéramos a la pastelería de Belem, lugar que engendró su fama, mi paladar pudiera comparar exitosamente. Cuando a dulces se refiere, exijo perfección.
El que te quiere te aporrea: trabajar en Alemania
Me costó encontrar el título adecuado para este post. Partí con frases tipo: “A golpes se aprende: trabajar en Alemania”, “Una historia de desesperanza: Alemania y el trabajo”, “Working Holiday: tratando de encontrar el Working”. Pero ahora, mientras escribo, siento un brote de esperanza, por ende nació este optimista título.
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